Contrapunto
1
Los quince
años de Lucía. Los familiares se acomodan rodeando a la quinceañera que tiene un cuchillo en la mano en pose de
cortar la torta. La torta tiene: tres pisos, trescientas veinte florcitas
amarillas, doscientas cuarenta florcitas violetas, fondant blanco con cintitas
rosas (no comestibles las cintitas). Una pequeña Lucía en la cima, hecha con
porcelana fría. A la torta se le tomaron siete fotos. La familia se dispone a
atravesar una serie de veinticinco fotos más.
Luego Lucía
con sus amigas del Colegio del Sagrado Corazón de Jesús. De nuevo Lucía con las
compañeras de equitación. Lucía con los primos del interior. Lucía sola con su
vestido blanco con moños amarillos y violetas (como la torta) recostada sobre
un árbol, inocente y virginal, mirando una flor que tiene en la mano.
Paf, paf,
paf. Sale humo de la cámara. El fotógrafo saca la mano con el pulgar levantado
debajo de la tela negra que lo cubre, para avisar que la foto resulta óptima. Lucía se transformó en la imagen
de Lucía unas ciento cuarenta y seis veces en su fiesta de cumpleaños de
quince.
2
La
servidumbre vivía en el tercer piso de la casa. Lucía nunca subía. Doña Martha
tampoco. Don Sebastián menos. Coralina alguna vez se escapaba a jugar entre las
sábanas blancas que planchaba Gumersinda, pero Doña Martha la traía rápidamente
de la oreja en cuanto la encontraba.
Gumersinda
planchaba y planchaba sábanas blancas. También hacía las camas, lavaba los
baños, doblaba los manteles, ponía las carpetas sobre los muebles, antes de
poner las carpetas sobre los muebles limpiaba esos muebles, se movía
silenciosa, hacía el puré de zapallo ella porque le salía mejor que a la
cocinerita esa que se habían traído los patrones, cuidaba las rosas del jardín.
Había hecho la torta de quince de Lucía. Su hija Ernestina la había ayudado a
decorar. ¿A dónde andaba Ernestina?
Desde la
ventana Gumersinda miraba el cumpleaños de quince de Lucía. La torta al sol. Se
preocupa: la torta se va a derretir, se va a desarmar toda. No le permiten
bajar, porque con los años se ha puesto fea, tiene la nariz gorda, muchas arrugas,
verrugas entre las arrugas, pelos en la nariz, la expresión severa. Ernestina
tenía que estar ahí abajo, porque era linda. No la veía. Veía a la Marina y la
Augusta, sirviendo champagne en las copas de Don Sebastián y de Fernandito, el
primo de la Lucía. La torta se viene abajo.
3
Tiempo de
vals. En el jardín se pone toda la familia en círculo. Lucía y su padre, Don
Sebastián, comienzan a bailar al son de una pieza clásica. Lágrimas, conmoción.
Foto. Foto a la Tía Claudina que llora con el pañuelo (llora justamente para
que exista una foto llorando). Cambio de parejas: entra Héctor, el novio de
Lucía. Diecinueve años, heredero legítimo de la estancia Villa del Coral. El
padre autoriza el baile y toma a Doña Martha como pareja. Se suman todos, de a
poco. La tía Eugenia, que se había puesto un vestido verde aceituna muy
provocador, se queda sentada. Mira atenta y sonríe. La saca a bailar Gilberto,
el dueño de la estancia vecina. Acepta. Foto de Eugenia y Gilberto.
La Augusta
y la Marina traen de a poco las bandejas de frutas y los chocolates, mientras
todos bailan. La Marina se dedica a servir la sidra. La Augusta se dedica a mirarse
atentamente el delantal. Se miran entre ellas. Están preocupadas. ¿Por la
torta?
4
A ver
Ernestina, ¿te podes probar el vestido de Lucía así se lo vamos acomodando?
Lucía de
viaje de estudios con el Colegio del Sagrado Corazón. Ernestina, limpiando
muebles, acomodando jarrones, renovando flores.
A Ernestina
no le entra el vestido. Ay estás gorda nena, gorda, cómo es esto. ¿Te estás
comiendo las provisiones que tenemos en la despensa? Mirá que la mando a tu
madre a que te dé una tremendísima reprimenda.
La Augusta
y la Marina se ríen por lo bajo. Ernestina las fulmina con la mirada.
Putas.
A la fuerza
la meten a Ernestina en esa delicadísima seda blanca traída de Italia, con
cintas que forman moños amarillos y violetas (así, Ernestina, tenés que decorar
la torta, ¿sí?). La pinchan con alfileres y ella soporta con mucha firmeza los
¡au! como ha soportado tantas cosas en esta vida. Pero el vestido no puede más
y un botón se suelta, sale volando como un proyectil de catapulta con tanta
mala suerte que golpea un jarrón de cerámica chino y lo raja. La Augusta y la
Marina estallan de la risa. Doña Martha grita enojadísima, le saca el vestido a
Ernestina y las echa a las tres.
La Augusta
y la Marina se limpian las lagrimitas de la risa. La Ernestina se pone a llorar,
desconsolada, en enaguas y pinchada. La consuelan. Pero ellas no entienden.
5
Lucía y Héctor
charlando junto al río. El fotógrafo los encuentra y foto. Momento de luz. Los
enamorados piden un momento a solas. Se besan. Héctor le mete la mano debajo
del vestido blanco con cintas amarillas y violetas (¡igual que la torta!).
Lucía se aleja y le pega. ¡Héctor ya te dije que no!
Héctor se
aburre. Tensos los dos. Lucía cede y le acaricia el pelo. Héctor se deja, pero
sigue aburrido. Pregunta repentinamente por el baño exterior. Allá, esa casilla marrón
que está al lado del abeto. Pero ojo, no la que está más apartada, porque siempre está sucia y es más fea.
6
Don
Sebastián, flamante dueño de una fábrica de telas. Flamante propietario de la
estancia Villa Fernanda. Flamante dueño de un campo de duraznos. Flamante
ganador por cuatro veces seguidas del premio al Mejor Caballo de la Sociedad
Rural Argentina.
Flamante
amo y señor del universo. Hay una foto suya sobre la chimenea (de él y del
universo).
7
Gumersinda
no soporta ver su creación destruida bajo los rayos maníacos del sol de mediodía.
¿Por qué no se la comen todavía? Su hija no aparece por ningún lado. Si la
mocosa no estuviera paveando por ahí, se daría cuenta de rescatar la torta. No
puede verla bien pero se imagina que para esta altura las florcitas ya deben
estar deslizándose como por un tobogán de azúcar.
¿Bajar? Lo
tiene prohibido. Definitivamente prohibidísimo cruzarse en la fiesta.
Respira
hondo y se para de la silla. No más miedo. No más vivir en la sombra de Doña Martha.
Su cara no es un monstruo al que temer, su cara es su cara y si quieren un ama
de llaves linda que se compre una muñeca a cuerda.
Reflexiona:
no voy a cruzarme en la fiesta. Voy a sacar de las orejas a la mocosa de
Ernestina de donde esté y la voy a mandar de patitas a acomodar todas las
flores que se salieron de la torta. O me va a escuchar: y por escuchar hablo del chirlo que va a ligar.
8
La
Ernestina, la Augusta y la Marina en el medio de las sábanas blancas recién
colgadas. La Ernestina llora. Todas lloran. La Augusta resuelve: será el día de los
quince de la Lucía. Nadie nos va a prestar atención. Nosotras trabajamos. Vos
te encargas de eso.
El horror.
Que grande este horror.
Todos los
patrones unos sádicos hijos de la mierda.
9
Un grito
desesperado se ahoga en el medio de la estancia Villa Fernanda.
Lucía corre
como el viento. Lucía y su perfume dispersos en el aire denso del verano. Las
lágrimas de Lucía que se funden en el río y la eternidad.
Don Justo y
Doña Hermenegilda (flamantes abuelos) posan junto a la torta. Lucía corre y aparece
gritando. Se frena. He visto algo terrible en el baño.
Se desmaya
sobre la torta.
En ese
momento se dispara la foto.
Lucía está
muerta.
10
Gumersinda
agarrando del cuello a la Augusta que justo andaba buscando unos trapos en la
cocina.
¿Dónde se
metió mi hija?
Corren
hacia el baño entre los duraznos.
11
Tuc, tuc,
tuc. El ruido que hacían en la casilla.
Lucía se
aburre sin su novio. El lago pierde el encanto para ella que no sabe sobre la
soledad. Los juncos de la orilla se han vuelto tentadores en la ausencia de
Héctor. De pronto recuerda los libros de catequesis y se ruboriza. Besa su
rosario.
De todos
modos, se aburre sin Héctor. Lo va a buscar (debe faltar poco para comer la
torta).
Tuc, tuc,
tuc. Que ruido raro. Héctor ¿estás rebotando tu cabeza contra la pared?
Abre la
puerta y encuentra a Héctor y a la tía Eugenia cometiendo el pecado original.
12
Tuc, tuc,
tuc. Repetir muchas veces. Sonido de cuerpo sometido golpeando el escritorio.
Lágrimas caen sobre una carpeta con finanzas, abierta. Manos inmovilizadas.
Algún gemido ahogado de dolor.
Ernestina
ha quedado sola y llora de asco, de vergüenza y odio sobre el escritorio.
Un flamante
escritorio en una flamante oficina.
13
Llanto.
Desesperación. Lucía muerta de un susto. Doña Martha desmayada. Don Sebastián
toma un revólver y amenaza a un Héctor disminuido, mocoso, y lleno de miedo.
Será su fin. La tía Eugenia brilla por su ausencia. Por respeto, no hay fotos
14
En el baño, el otro baño, Ernestina lloraba de dolor. Tiene un tubo de hierro
(desinfectado con agua hervida) introducido en su vagina. Con un globo recién
inflado, la Marina sopla aire dentro del útero habitado por el mal de la
Ernestina.
Gumersinda
se paraliza. Este hijo de la mierda me ha matado a la nena.
Ernestina
se desangra y se desvanece en las manos de su madre.
15
El
escándalo de la quinta de Villa Fernanda ha perdurado en el tiempo. ¿Cómo puede
ser semejante horror dentro del seno de una familia de bien? La tía acostándose con
el noviecito de la nena de quince, en el cumpleaños de la nena, matando a la
nena de un infarto por el dolor. Desgracia es lo único que supo vivir la
familia después de este terrible acontecimiento.
Se conserva
la foto de Lucía muerta sobre la torta. No se puede romper. Dicen que está
maldita.
16
Coralina
revisa cada tanto las fotos del cumpleaños. En ese momento tenía apenas tres y
jugaba entre sábanas. Hoy tiene veinte años. Algo en la foto familiar,
alrededor de Lucía, en pose de cortar la torta, le llama la atención: una
imagen de una señora, medio borrosa, pero notoriamente fea, en el fondo de la
escena, bastante lejos, como colada. Tiene las manos negras y está gritando. “Será
una aparición”. No, los fantasmas no existen.
Quién sabe.
No la recuerda. Las fotos de la historia siempre las protagonizaron los ricos.
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